Categoría: Paseos

Casapueblo

Casapueblo

“Casapueblo, mi taller del mar, jamás dejó de crecer. Es mi barco inmaculado, mi baúl para almacenar los recuerdos. No por estar encallado en los acantilados de Punta Ballena deja de mantener la tripulación activa para recibir con los brazos abiertos al caminante y al amigo”,
Carlos Páez Vilaró.

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Casapueblo en todo su esplendor. (Foto)

Una de las postales del Uruguay más conocidas en el mundo es la imagen de Casapueblo recostada sobre Punta Ballena, frente a la bahía de Portezuelo. Obra máxima del artista uruguayo Carlos Páez Vilaró, es una singular escultura habitable que recuerda los paisajes vistos en el Mediterráneo cerca de Grecia. Miles de personas visitan Casapueblo año a año, para presenciar especialmente el espectáculo único de la puesta de sol.

Ubicación

“Mi alegría era indescriptible, y la caminata la hice hablando a los gritos conmigo mismo. Había descubierto el sitio ideal para mi taller definitivo...”
Carlos Páez Vilaró

Viajando al este por ruta Interbalnearia, a la altura del kilómetro 119.5, nos desviamos a mano derecha por la calle panorámica Camino a la Ballena. Antes de llegar al final, a 500 metros de la punta, se encuentra Casapueblo con su acceso por la calle Carlos Páez Vilaró.

Historia

“Pido perdón a la arquitectura por mi libertad de hornero”,
Carlos Páez Vilaró

  • Los comienzos

 La fecha clave es el día en que Carlos Páez Vilaró cumplió 35 años: el 1º de Noviembre de 1957. El artista que por entonces se dedicaba ya a la pintura y escultura, tenía su taller en una torre donde hoy funciona el Hotel Conrad. A su lado se instaló una emisora de radio local, y Vilaró decidió irse cuando una noche de tormenta usaron uno de sus cuadros para tapar una ventana para que no les entrara agua…

Buscando un sitio para su nuevo taller, aparcó su viejo Land Rover en Las Grutas, subió hasta la cima de Punta Ballena desde el este y cuando llegó se dio cuenta que aquél sería el lugar. No se vendían pequeños lotes así que tuvo que comprar una gran extensión de terreno (40 hectáreas) con la ayuda de 30 personas más, uruguayos y argentinos.

Primero construyó una casilla de lata provisoria, sin agua ni luz, mientras con ayuda de amigos realizaba las labores de construcción más complejas. En 1959 ya tenía construida “La pionera”; hecha con madera que el propio mar traía los días de tormenta, y que Vilaró recogía con ayuda de sus vecinos pescadores. 

  • El camino hasta el presente

En 1960 Carlos Páez Vilaró cubrió “La Pionera” de cemento. Allí adentro almacenaba puertas, ventanas y todo tipo de materiales que le sirvieran para seguir construyendo. Fue sumándole habitaciones como si fueran piezas de un rompecabezas que solo él tenía en mente, con el fin principal de que sus amigos -que a su vez ayudaban con los trabajos- tuvieran un lugar donde quedarse cuando lo visitaban. Sin planos, sólo con sus bocetos, fue moldeando las paredes con sus manos, usando guantes especiales creados por él mismo. Buscó siempre las curvas y nunca las rectas o los ángulos, inspirado en el trabajo de los horneros cuando hacen su nido. Así siguió construyendo pacientemente durante casi 40 años de trabajo, sin ser arquitecto, uniendo las habitaciones como un collar de perlas. Y sin darse cuenta, un día había decenas de cuartos y terrazas.

Por razones económicas y de mantenimiento, finalmente Carlos Páez Vilaró aceptó la propuesta de un grupo hotelero argentino para aprovechar tantas habitaciones y convertir gran parte de la construcción en hotel. Parte de la estructura la mantuvo como vivienda y taller, y allí vivió hasta el día de su muerte a los 90 años, el 24 de febrero del 2014. Hoy aún vive su familia y funciona como alojamiento, pero también como museo y restaurante. 

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Terraza junto a la piscina en el Apart Hotel (Foto: Wikimedia Commons)

Recorrido

“Si un pájaro hace su propia casa con el pico, ¿yo no puedo hacer mi casa con mis propias manos?”,
Carlos Páez Vilaró

El paseo empieza un poco antes de entrar a Casapueblo, ni bien se abandona la carretera para tomar la ruta panorámica. Durante dos kilómetros, el viajero se va adentrando cada vez más en el mar a medida que avanza. Tanto en auto como a pie la experiencia es única, con la bahía de Maldonado a la izquierda y la de Portezuelo a la derecha, ascendiendo por una pendiente que termina rodeada de acantilados.

Unos quinientos metros antes de llegar al final, a la derecha asoma la majestuosidad blanca de Casapueblo. Entre pasillos curvos y escalinatas irregulares, esta obra maestra cuenta con 13 plantas y 72 apartamentos, ninguno igual al otro, cada uno con su nombre y con una terraza para ver el atardecer. Por todas partes están pintados los famosos soles de Vilaró y varias esculturas. Una vez dentro, hay que visitar el museo y galería de arte, que guarda las obras que el artista realizó en varios países en los últimos 50 años.

Luego de ver el museo, es una buena idea tomar o comer algo en el restaurante Las Terrazas, que funciona dentro del complejo, mientras esperamos el rito de la puesta de sol. Aunque se puede apreciar el atardecer tomando una copa o merienda en el restaurante, siempre es más recomendable hacerlo desde los balcones del museo, donde todos los viernes, mientras cae el ocaso, se escucha de fondo el poema Oda al Sol recitado por el mismo Vilaró. Imposible no emocionarse.

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Las terrazas invitan a la contemplación. (Foto: Gaby Silva)

Y puede ocurrir que les guste tanto el lugar que no quieran irse… Es posible quedarse: en el Apart Hotel cada habitación mantiene el estilo y ambientación que se aprecia en toda la arquitectura de Casapueblo. Es como alojarse dentro de una obra de arte. Además, el complejo tiene piscina y lindos salones donde se realizan convenciones, exposiciones y festivales.

¿Sabías qué…?

“Yo un día me vi la mano y me dije: "esta mano es una alcancía". Esta mano acrisola... Le di la mano a Discépolo, a Fangio, a Fidel Castro, a Albert Schweitzer, a Robert De Niro. Todos personajes que fueron titulares de los medios de todo el mundo. Picasso, el Che Guevara, Piazzolla, aquí (se señala la palma de la mano) están todos, pero qué curioso: no se ven. En esta mano quedaron todas esas, pero no se ven”,
Carlos Páez Vilaró 

Al igual que esas manos famosas que quedaron, invisibles, en las de Vilaró, también hay miles de historias y curiosidades que no se ven pero que están entre las paredes de Casapueblo. Aquí compartimos algunas de las que encontramos:

  • En cierto momento en que la construcción de Casapueblo ya estaba avanzada, si algún amigo le decía a Vilaró que pensaba visitarlo y quedarse una semana, él le respondía que si se quedaba dos, le hacía una habitación para él. De esa forma seguía creciendo su sueño, impulsado por la amistad, de formar una “aldea para los amigos”.
  • El nombre “Casapueblo” proviene de una sugerencia que le hizo al artista el poeta argentino Fernando de María, diciéndole: “Esto es como un pueblo que se mueve en una casa o como una casa que se prolonga en un pueblo”. (fuente)
  • Como hace referencia en la cita del inicio, Casapueblo recibe constantemente a personalidades internacionales. En su historial aparecen nombres como los músicos Vinicius de Moraes y Astor Piazzolla, el activista por los derechos humanos Lech Walesa, el tenor Plácido Domingo, los actores Bo Derek y Omar Shariff, el ex piloto de fórmula 1 Juan manuel Fangio, o la escritora Isabel Allende.
  • El interior de Casapueblo es un homenaje constante al arte y a personajes mundialmente conocidos. Por eso, encontramos callejuelas y terrazas con nombres homenaje, como La callecita de Pelé, John Lennon Square, La Terraza de Mario Benedetti, Callejón Jorge Luis borges, El Rincón de Mario Vargas Llosa, la Proa de Salvador Dalí, o la Sala Pablo Picasso.
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Interior de Casapueblo. (Foto: Eduardo Bernales)
  • Los materiales usados en Casapueblo pertenecieron en su mayoría a viejas construcciones abandonadas o destruidas. Vilaró cuenta en una entrevista que siempre obtuvo los materiales canjeándolos por cuadros: puertas (de casas... o de barcos, que también las hay), ruedas, las baldosas del suelo, ventanas, y todo tipo de objetos.

Visitar Casapueblo

Costo, días y horarios:

  • Visitas al museo-taller: 10:00 a 18:00 horas, todos los días del año.
  • Costo: $240 pesos uruguayos.

Contacto:

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Espectacular vista exterior, donde se aprecian detalles arquitectónicos.

Seguir de paseo

Al borde de la ruta panorámica que lleva a Casapueblo, hay una rotonda que funciona como playa de estacionamiento. Allí se encuentra una linda feria artesanal donde se pueden comprar hermosos recuerdos a buen precio.

Quienes visiten temprano Casapueblo pueden seguir disfrutando el entorno natural de Punta Ballena. A unos cuatro kilómetros de allí, por el Camino Lussich, está el Museo Parque Arboretum Lussich, una de las reservas forestales más importantes del mundo, donde además se puede visitar el Museo del Azulejo y su importante muestra de cerámicas europeas.

Un poco más allá, siguiendo por Camino Lussich, se encuentra la quesería Nonno Antonio, donde probar quesos artesanales en un salón rodeado de ecualiptos, acompañados por buen vino. Cada queso tiene su historia, contada por la propietaria del establecimiento.

Otra opción es ir hasta Lapataia, el conocido establecimiento rural del que nadie se puede ir sin degustar el dulce de leche que allí se produce (de los mejores del país), acompañando con waffles y panqueques. También se puede almorzar una buena parrillada en el restaurante. Si el paseo es con niños, se puede ordeñar o ver el criadero en el tambo; o realizar un recorrido por tren a lo largo del predio. Lapataia está a 10 minutos en auto de Casapueblo, con su acceso desde la parada 45 ruta Interbalnearia.


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